Un espacio para escribir

Me gustaría hablar como Aldo Schiappacasse, el hombre me ha hecho una nueva interesada en el fútbol con su estilo. Me gustaría verme como alguna de las Parson, ya saben, desde la cabeza hasta los pies. Me gustaría escribir como Sergio Paz, con su fantástica relación cantidad-calidad. Pero la verdad es que no tengo el don de la palabra del primero, el look de las segundas ni la llegada del tercero. Por eso, a pesar de mi larga resistencia, me entrego al mundo de los blog, el mundo virtual de los sin voz. Y aunque sé que vengo llegando tarde (no saben cuánto me costó encontrar un lugar que no estuviera ya ocupado), espero que sea de algún provecho.

Wednesday, November 21, 2007

Woman power

Tengo que reconocer que me bajó la onda romanticona que tan mal me sienta. Me gusta más cuando ando achorada e irónica, pero en fin uno es como es y tiene los lados que tiene.
Les confieso que las dos veces que he sido inmigrante el temita me ha agarrado con fuerza. Es bien impresionante. Pero esta vez todo se combinó diferente y es una de esas veces en que me siento cargada de woman power. Pasé de ser una chilenita inmigrante, una tonta de frases básicas, a sentirme parte de un tremendo género.La jornada empezó una vez más con el terror que le causo a mi vecina. Hace unos días llegaron al departamento del lado unos cuatro gringos de esos de verdad. Caucásicos y todo. Blanquitos, de ojos redondos y una inglés bien nasal. No importaba cuántas sonrisas les diera, cuánto los saludara, en fin, cuán amable me mostrara, cada vez que me veía, mi vecina abría mucho los ojos y se quedaba como petrificada. Como cuando los niños ven al tiranosaurio rex en Jurassic Park. Y yo seguía tratando de ser amable, pero me sentía un poco como el elefante tratando de no pisar a la hormiguita en un partido de fútbol. Torpe.Después fui a la Zona Cero y pensaba si mi norteamericana vecinita me creía capaz de reventar el edificio con un avión o algo así. Me comí el hot dog más caro de la historia de la humanidad y volví a mi esperada clase de conversación en la biblioteca de mi barrio.
Por supuesto, cuando llegué me enteré que el taller no era de conversación, sino para aprender expresiones. Cosas así como "en un abrir y cerrar de ojos" y similares. Ni las más básicas instrucciones logro entender. No era un grupo de conversación, sino más bien un grupo de estudio, con cuatro mujeres que se reían con acentos y pintas diversas. Parecía chiste: una belga, una griega, una iraní y una coreana. Y me fascinó.Cinco mujeres (conmigo) contando su experiencia de vida e inmigración, con edades muy diversas. Fue como vivir el "Club de la buena estrella" una película que en su momento me pareció bien latera que contaba cómo un grupo de mujeres chinas habían llegado a USA.Ahora, en la vida real, estaban los casos más diversos, como la mujer de un hombre que trabaja en la ONU, que aprende el idioma del país al que va cada vez, se dedica a hacer reiki, flores de bach y reflexología. Una excelente alternativa laboral para quien debe viajar tanto como ella. Incluso ofrece hacer reiki a distancia, atravesando océanos si es necesario.La griega se casó a los 15, tiene 50 años y una pinta que ya me la quisiera yo, está separada y vuelta a casar. La coreana tiene 78 años y aún cree que puede aprender inglés. Admirable, sobre todo considerando que hasta anteayer yo me preguntaba si no se me había desconectado el pedazo de cerebro que se ocupa de los idiomas. La iraní es otra de las que llegó al país sin saber una sola palabra de inglés.Bueno, el extraño grupo me agarró, me invitó un café y galletitas y me contuvo como sólo un grupo de mujeres mayores sabe hacerlo. ¿Qué será lo que pasa en grupo así? Yo les explicaba torpemente que lo que pasaba era que yo antes trabajaba, tenía una vida, que me demoraba en hacer aseo porque nunca lo había hecho, que no sabía cocinar… y ellas se reían. Me aclararon rápidamente que todas tenían una vida antes de venir acá. Toda la razón. Bueno, y me dijeron que en 10 días yo parecía tener un buen inglés, que me movía tranquilamente por la ciudad, que estaba esperando mi computador para estar más conectada.Puede que esté pecando de mediocridad o autocomplacencia, pero no les digo como me vine ayer caminando a la casa, con el pecho inflado y sintiendo que la calle se amoldaba a mi caminar.Y como si fuera poco, mis nuevas amigas internacionales me presentaron a mi nueva amiga joven: una lola de 21 años, publicista de Costa Rica, que llegó hace seis meses a NY con su marido y tiene mil y un datos de tiendecitas y demases. Ya programamos un paseo para hoy.Lamentablemente amaneció con una lluvia torrencial, pero como ahora me creo sabia y poderosa da lo mismo. El paseo puede quedar para otro día. Tengo mucho tiempo aún.

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