Un espacio para escribir

Me gustaría hablar como Aldo Schiappacasse, el hombre me ha hecho una nueva interesada en el fútbol con su estilo. Me gustaría verme como alguna de las Parson, ya saben, desde la cabeza hasta los pies. Me gustaría escribir como Sergio Paz, con su fantástica relación cantidad-calidad. Pero la verdad es que no tengo el don de la palabra del primero, el look de las segundas ni la llegada del tercero. Por eso, a pesar de mi larga resistencia, me entrego al mundo de los blog, el mundo virtual de los sin voz. Y aunque sé que vengo llegando tarde (no saben cuánto me costó encontrar un lugar que no estuviera ya ocupado), espero que sea de algún provecho.

Sunday, February 10, 2008

Yes we can


Tengo que reconocer que en estos días he enfrentado algunas dificultades por estar “fuera del sistema”, lo que me llevó a pensar -en un acto de positivismo sin medida- en cuáles son los beneficios de mi condición. Total, desde chiquitita me decían que todo derecho tiene responsabilidades. Ergo, digo yo, cuando uno tiene menos derechos, tiene menos responsabilidades.
Me van a creer que yo me inscribí bien vieja a los registros electorales en Chile porque no me consideraba “suficientemente informada como para hacer un voto suficientemente responsable”. No fue hasta que vi que las cosas se estaban apretando, que mi voto era necesario y que miles –sino millones- de irresponsables no compartían mi pudor, que partí corriendo a sacar mi carnet azul con blanco. El que hasta el día de hoy no he plastificado.
Con todo, tenía que llegar al país de las oportunidades para saber lo que era vivir las elecciones (o bueno, primarias en este caso, pero da igual), con la guata y no con la cabeza. No tengo ni la más mínima posibilidad de votar, así que me he dedicado sólo a gozar.
No sé si será esto de ser hija de seudo hippies, hija de la dictadura o hija del rigor, pero ¡cómo me gustan los periodos electorales!
Y eso que creo que esta es lejos la democracia más complicada del mundo. No es extraño que la gente no se interese en votar, cuando nadie sabe qué pasará con su voto. Además, uno cree que capta más o menos el sistema, y recuerda que el país es federal, así que lo que uno entendió con suerte corresponde al maravilloso NY y te quedan unos 50 estados aún por comprender.
Pero al final da un poco lo mismo. A nadie le interesa tener tan clara la Big Picture y lo mejor es tener claro por quien vas. Yo ya tengo mi candidato. Es que pucha que habla lindo Obama. Se me pone la piel de gallina y me dan hasta escalofríos en la columna vertebral cuando le escucho los discursos. Y ufffffffff, no sé a quién tiene a cargo de sus campañas audiovisuales, pero ¡son unos genios! Tiene también de su lado a cuanta estrellita se puede tener. Hasta lo que queda de los Kennedy lo apoyó. Y yo con eso ya me siento unos centímetros más cerca de Jacky O y más me emociono.
Además, aunque aún no era senador, no apoyó la guerra de Irak como Hillary y ya no queda nadie más en el lado demócrata. Y uno se habrá cambiado de país, de idioma, de profesional a dueña de casa, pero tengo claro que si soy de algún lado soy más demócrata que republicana ¿no?
Obama es quien más me hace sentir como en una película. De puro escucharlo en la tele ya me siento como en ese discurso de JFK cuando decía “ask not what your country can do for you—ask what you can do for your country”. Si hasta traté de ir a una manifestación masiva a su favor hace unos meses. Finalmente me ganó el soponcio porque en aquellos tiempos aún hacía calor y las 3 horas de espera que tenía el equipo de seguridad me desmotivaron. Reconozco que todo me dio un poco de vergüenza ajena por las señoras que decían “él es realmente diferente”, “cuando leí su libro me di cuenta que era the real thing” y cosas así. Pero con los meses pasados en NY uno va perdiendo el pudor y ya nada te da monos.
A todo esto se suma mi instinto de apoyar al débil. Porque así como siempre veía la teleserie que parecía tener menos rating, ahora que no tengo ninguna responsabilidad también quiero apoyar a quien no parece tener tantas posibilidades de ganar la presidencia. Darle rienda suelta a la pequeña idealista que hay en mí.
Y aunque todo el tema del cambio que ha usado Obama en su campaña me recuerda un poco a Lavín, me quedo con la última frase de oro de mi candidato: Yes, we can. Me cae de perillas para seguir dándole con ánimo a la Gran Manzana.