Un espacio para escribir

Me gustaría hablar como Aldo Schiappacasse, el hombre me ha hecho una nueva interesada en el fútbol con su estilo. Me gustaría verme como alguna de las Parson, ya saben, desde la cabeza hasta los pies. Me gustaría escribir como Sergio Paz, con su fantástica relación cantidad-calidad. Pero la verdad es que no tengo el don de la palabra del primero, el look de las segundas ni la llegada del tercero. Por eso, a pesar de mi larga resistencia, me entrego al mundo de los blog, el mundo virtual de los sin voz. Y aunque sé que vengo llegando tarde (no saben cuánto me costó encontrar un lugar que no estuviera ya ocupado), espero que sea de algún provecho.

Wednesday, November 21, 2007

El desafío de ser dueña de casa

NY está llena de grandes y pequeños desafíos. Y muchas veces impredecibles. Lo evidente, como el idioma y las medidas (libras, pulgadas, pies) ya han tenido sus consecuencias.
Los metros-subway parecían un tema, porque acá no basta con saber qué línea quieres. Tienen su color y todo, pero debes saber qué tren quieres en esa línea. Pero la prueba 1 ha sido superada.Respecto del inglés, aunque no lo crean estoy en el nivel “avanzado tres” en mis lecciones computacionales de inglés. Es el nivel más alto. Lamentablemente esto no significa absolutamente nada porque igual no puedo hablar. Pero ya terminaré mis lecciones y aumentaré la frecuencia de mis grupos de conversación. Ya verán.Lo de las medidas ha sido un tema. El otro día me compré un alargador y era de tres pies. Y mi cabeza lo transformó en tres metros. Claramente al llegar a la casa mi alargador se transformó en un seudo triple con su cordón cortito que no hace más que llevar el enchufe de la pared al suelo. ¡Y la cortina de baño! Llega justo hasta la tina, porque compré la estándar y parece que el que instaló la ducha acá se puso creativo y puso el palo más arriba. Claro, y yo antes de salir medí mateamente con mi inútil huincha chilena en centímetros y después me encontré con las cortinas en pulgadas. Día por medio a Pineda se le va ese centímetro de cortina y quedamos con un baño inundado.
Igual no soy tan inútil. He buscado cortinas más largas, pero el mercado no me ofrece. Ya estoy que le pongo un "agregado" para terminar con el tema.Ahora, el verdadero desafío está en mi propia casa. Me doy cuenta hoy que más que ser una profesional exitosa lo que más quería yo en la vida era NO ser una dueña de casa. Y por favor, que no se malentienda, no se trata de un menosprecio al rubro, sino el resultado de una incapacidad anquilosada ya en mi ser.Ya me había pasado en Santiago que vi algunas casas de amigas y me preguntaba cómo lo habían logrado. Hasta había elaborado la teoría del huevo de avestruz: cuando ya tienes uno de esos dejas de tener una casa para contar con un hogar bien constituido. Porque no son los hijos, un hombre o cualquier otra cosa de esas la que hace un hogar. Son el palito de las cortinas, el librero y el bendito huevo de avestruz los que hacen la diferencia a la hora de tener un hogar. Hasta fui a la casa de una amiga que en su lindo departamento unipersonal había logrado hacer un completo y lindo hogar.Mientras estuve en Chile me albergué como la mismísima avestruz en mis horas de trabajo para justificar mi falta de hogar. Bien lo sabe Pineda que cuando llegó a vivir conmigo botó las toneladas de comida vencida (supuestamente no perecible, pero hasta esa vence) y llenó el refrigerador con cilantros, zanahorias y tantas cosas novedosas para mí, que hasta entonces me alimentaba de chis pop y papas fritas. Los cereales eran el alimento más nutritivo. Y con yogurt para dar la cuota de lácteos y proteínas que una niña sana como yo necesita. ¡Ah! Y cuando quería algo caliente y casero, bastaba con las pastas orientales.Puedo culpar a mi madre por esto (de hecho lo hago un poco), pero ella fue también la que me entregó los cuadros que hicieron un poco más de hogar en mis casas en Santiago. Así que puede decirse que se compensa.Hoy podría alegar problemas presupuestarios, falta de conocimiento del lugar o estar concentrada en conocer (lugares y personas). Pero la verdad es que no sé cómo hacer un hogar. Confieso desde ya que he mentido. Sí sabía cocinar (sé cocinar a la olla, al horno y freír, me faltan recetas pero tengo el conocimiento básico) y sé limpiar con pulcritud los baños y la casa en general. Pero al parecer eso no basta. Hay un querer hacer hogar. No sé por dónde empezar. Pineda se ríe porque a todo le pongo cojines: a la cama, a los sillones, pero hay algo en los cojines que me parece más personal, más hogareño.Hasta compré una velita a ver si la cosa se iba haciendo más de uno, más cercana. Les digo al tiro que no es la solución.Bueno, en vista y considerando, hoy huyo de nuevo. Y por mis propios barrios. Me junto a tomar café con mi amiga Costa Rica y mi amiga Reiki. Después buscaremos clases de yoga a ver si puedo y quiero pagarlas. Y bueno, a ver si encuentro algunos cojines en las tiendecitas del barrio. Imanes para el refri pensaba además.

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