Un espacio para escribir

Me gustaría hablar como Aldo Schiappacasse, el hombre me ha hecho una nueva interesada en el fútbol con su estilo. Me gustaría verme como alguna de las Parson, ya saben, desde la cabeza hasta los pies. Me gustaría escribir como Sergio Paz, con su fantástica relación cantidad-calidad. Pero la verdad es que no tengo el don de la palabra del primero, el look de las segundas ni la llegada del tercero. Por eso, a pesar de mi larga resistencia, me entrego al mundo de los blog, el mundo virtual de los sin voz. Y aunque sé que vengo llegando tarde (no saben cuánto me costó encontrar un lugar que no estuviera ya ocupado), espero que sea de algún provecho.

Sunday, December 30, 2007

Por viaje compro


Ahora entiendo la tan típica costumbre gringa de la Garage Sale. Y aunque cuando llegué pensé que podía sacarle partido a la idea comprando parte de mis bienes en algunas de ellas, ahora creo que lo más conveniente para mí será hacer una propia. Porque aunque íbamos derechito por nuestro camino de extranjeros asépticos, sin amarrarnos a bienes materiales, casi monacales en nuestro estilo de vida newyorker, en alguna esquina dimos mal la vuelta y zás: ¡Al cuerno con vivir ligeros de equipaje!
No sé si es que ya cumplimos cinco meses en NY o que ya pasamos nuestra primera Navidad, pero perdimos nuestra casa “de paso” y a cambio tenemos un departamento con cachureos, despelotes y, sí, también lugares favoritos.
La cosa empezó probablemente con la cama. En un ataque matutino de decisión extraño en mí, decidí dejar atrás nuestra cama inflable en expansión (cada vez era más grande y se desinflaba más rápido) y comprar una rasca pero tradicional tipo box spring. Desde entonces fue una cadena incontenible de eventos cuyo punto cúlmine se concretó en la Navidad y la semana de vacaciones de Pineda que, para suerte de nuestro presupuesto, concluye en Año Nuevo.
Pineda ya acumula tres cámaras de foto y yo he logrado completar mi cómoda con ropa, aunque por supuesto sigo encontrando que me falta por crecer en ese rubro. Además, ha llegado el pequeño querubín del hogar: la tele.
El Viejito-Pascuero-Pineda fue de lo más estético y compró una de las TV modernas y planitas que sería de lo más minimalista y elegante si no fuera porque la casa no acompaña el look. De cada pared cuelgan gorros, adornos étnicos y un cuantohay que podríamos llamar estilo ecléctico.
Súmenle el pocillito para la salsa de soya cuando comemos sushi, la cucharita china para tomar sopa, las pinzas para los tallarines, el pyrex chico y el grande, la ramita de pino que se las dio de árbol de navidad –que será desechable pero las luces de colores vaya a saber uno donde las voy a guardar-, las decenas de cable de computador, cámaras y ipod, los parlantitos del mismo aparato… Claro está que hemos construido esto durante meses, pero la explosión de los últimos días desbordó nuestros tres o cuatro muebles y el consumo se hizo carne.
Reconozco que me gustaba más mi casa minimal, con sus colores controlados: todo en blanco, rojo y negro, salvo en la pieza donde se permitían los tierra. Pero parece que cuando uno vive de verdad ensucia, compra y después se lleva las cosas para la casa.
Y aunque cuando embalamos todo para embodegarlo en Chile juramos y rejuramos que nunca más juntaríamos tanto cachureo, está visto que en Santiago o NY, uno sigue siendo el mismo. Una vez cachurero, siempre cachurero. Como dice el comercial de Omo, para aprender, uno se tiene que ensuciar. ¿Y de qué sirve vivir en NY si uno no compra nada y no junta entradas de museos, postales, fotos y libritos? Señores: bienvenidos a la ciudad del consumo.

Wednesday, December 26, 2007

Tómala como viene


En estos días de amor, paz y evaluaciones anuales me doy cuenta que durante años me he llenado la boca con mi tolerancia, su importancia, su enorme tamaño y cuanto me importaba la diversidad. Claro que algunos deslenguados alguna vez la pusieron en duda, pero yo hice oídos sordos y seguí tan campante. Hasta ahora, claro.
Porque desde que llegué a NY no he hecho más que chocar una y otra vez con los límites de mi tolerancia. Tan delgada y pequeña era que ahora no hace más que mostrar sus finales. Dos son los mejores ejemplos de lo que se me escapa: los homeless y los albanos. Y que ninguno de los dos grupos se me ofenda por la asociación, porque seguro a ninguno le gustaría.
Acá los homeless son más feos que los de Santiago y más incomprensibles para mí. Todo lo que puedo decir respecto de ellos sonará como a Susanita -el famoso personaje de Mafalda que sólo buscaba ser madre- cuya sugerencia para eliminar la pobreza era básicamente esconder a los pobres. Mi consistente pesadez con los hombres y mujeres sin casa ha generado en mí la peor impresión de mi persona. Y de alguna manera me he vuelto como el personaje malo de la película, a ese que NO le sucede el milagro de Navidad porque mira con desprecio al feo, hediondo y a veces deforme escapista del sistema que recibe sus buenos dólares en cada pasada por el metro contando su historia. Y uno que más en cima en el metro no puede mirar por la ventana como hacía yo en mis lindos días de micro pre Transantiago cuando pasaba el hombre de la mano con elefantiasis. Porque la primera vez que se subió a la micro pensé que vendía manos gigantes pero cuando vi que no y más en cima pedía plata con su mano mala me daban puros escalofríos. Y ahora que he dejado atrás mis días de automovilista-potito-con-ruedas como me decía Pineda en mis tiempos mozos me vuelvo a enfrentar a estos especímenes.
Y bueno, los albanos, aunque hay más de tres millones y yo he conocido a cuatro (unidades, no cientos, ni miles ni millones), me han causado una terrible impresión de tristeza. Porque sí, dele con la taquilla de NY, el arte, los museos, la compra compulsiva, el Empire State, las mujeres fashion. Pero tantos me dijeron que esta era una ciudad dura y quizás me he hecho la lesa tanto tiempo que cuando llegó el invierno con sus días cortos y sus bajas temperaturas, nieves y lluvias con ese viento del terror, tuve que enfrentar de una vez más cosas que si lo hubiera hecho periódicamente. Como decía mi madre, que cuando cumplió 30 primaveras había pasado tantos años sintiendo que parecía de 20 que tuvo que cumplir como 8 años de una vez.
Y yo si quizás le hubiera hecho caso a la pequeña chilenita, hija de Chilena 3, que cada vez que entraba al metro comentaba, como buena niña de 2 años, lo sucio que estaba el metro. Y yo trataba de convencerla de que era súper cool. Y ella me miraba con sus cejas fruncidas.
Y ahora yo, con mis cejas un poco fruncidas, me doy cuenta que a esta maldita ciudad hay que quererla con todo lo que viene. Con sus luces, sus mil actividades, su intolerable consumo, sus homeless y sus albanos. Porque el otro día jugábamos con Pineda a qué es lo que más uno echaría de menos de NY y yo primero dije la pizza callejera, pero ahora que lo pienso sería la nieve, el olor del metro, la gente hablando en cada esquina y la diversidad, la maldita diversidad que me hace darme cuenta que ni yo ni NY somos perfectas. Y aunque sobre mí eso lo tenía más o menos claro, lo de NY ha sido una cosa más novedosa. Tómala como viene, dicen.

Thursday, December 6, 2007

Mono con gilette, M en el teclado


Después de cuatro días en cama, de esos en que ya no puedes distinguir realidad de ficción (en mi caso por exceso de lectura y falta de conversación) decidí que estar enferma es un lujo que uno NO se puede dar en NY. La frustración de no tener tele, de andar como león enjaulado es demasiado para un ser humano. Y quizás también para un león, pero no me voy a meter con los ama-animales.
Considerando esto y el anuncio de la primera nevazón de la temporada, dediqué las 48 horas previas a ver cómo se preparaba uno para el frío. Inútil pensamiento, ya sé. Pero la gente anda en la calle, ¿cómo lo hace? De hecho, la Quinta Avenida está TO-TAL-MEN-TE intransitable. Como le dije a Chilena 2 no vamos a poder ir ahí hasta enero. Los turistas se la tienen tomada. Empezaron en la esquina de Saint Patrick (una iglesia un poco sobrevalorada si me preguntan, pero al final la que todos pueden ver mientras van de tiendas), siguieron en Rockefeller Center con su árbol navideño gigante y ya tienen casi todo ocupado, igualito que el famoso cuento de Cortázar. En cualquier momento salgo corriendo y tiro la llave por las rendijas del metro.
Y sí, ríanse no más diciendo que ya me creo new yorker, pero juro que nunca me quedé en la calle 34 con Broadway mirando con cara de pava los rascacielos. Habiendo tanto lugar lindo y menos congestionado donde admirarlos como que eso no me iba no más. Cualquiera debiera saber que a lo único que se va a esa esquina es de tiendas. El resto es patrañas.
Estoy captando que de eso se trata este asunto. De apropiarse de las cosas y lugares. “De lo que se es dueño no se tiene temor”, leí hace poco. A lo cual, hago esta ciudad MI ciudad. Total que es de todos y no es de nadie, que todos acá son tanto o más extranjeros que yo. Así que con o sin inglés, con o sin green card, me declaro una new new yorker.
Nunca me ubiqué bien en Santiago y de lo más bien que era santiaguina, así que si a veces me desoriento un poco eso no me hace menos dueña del lugar. Y hay gente que ha vivido décadas en la ciudad y habla menos inglés que yo. Así que, patuda voy y digo: dos check en mi lista.
Ahora, el asuntillo de verse como new yorker cool me seguía quedando pendiente. Cómo cuernos hacen las mujeres para andar llenas de onda con temperaturas cercanas a 0 y una sensación térmica siempre negativa. Miré y miré. Las locas andan con sus zapatitos reina con cara de naturales, sin problemas. Y las que caminan harto, como yo, andan horribles. Con sus parkas tipo saco de dormir, sus botas de chiporro (que ya casi voy encontrando lindas) y el tonto gorro peludo.
Era obvio. La respuesta a esa pregunta siempre es la misma. ¿Se puede ser cool y friolenta al mismo tiempo? NO. Y lo peor es que ya lo sabía. Cuántas discusiones de adolescencia me costó el tema con mi propia madre y cuántos resfríos me compré por hacerme la linda. Decenas. Las otras mujeres serán cuerpo glorioso o algo así pero claramente yo soy la lola con beatle desde abril hasta noviembre. Y bueno, ahora desde octubre hasta vaya uno a saber cuándo, porque me siguen diciendo que el invierno es largo.
Pero claro, uno se cambia de ciudad, se cambia de país, y cree que puede ser otra. Que no tiene que andar vestida como Bielsa -como me dicen por ahí- para evitar el frío. Por algo existe el mito del eterno retorno, Prometeo encadenado, el Mito de Sísifo, el Día de la Marmota y cuánta vuelta de tuerca se le puede dar a la idea de vivir lo mismo una y otro vez. Porque eso es lo que hacemos siempre. Creer que podemos ser cool porque vivimos en NY, que podemos ser cultos porque nos vamos de museos, que podemos ser lectores cuando hemos pasado años sin terminar ni un solo ejemplar. Es la esperanza la que nos mantiene. Y así mismo lo decía Camus: Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.
Y sí, entiendo que Camus se debe retorcer en su tumba porque he llevado su filosofía del absurdo al absurdo de lo taquilla, pero que se acostumbre no más. Lo que queda escrito, queda a disposición de los peligrosos como yo. Mono con gilette, M en el teclado.

Thursday, November 29, 2007

Política chilena de bolsillo


¿Me voy del país y todos se creen héroes? ¿Qué demonios hace la gente peleándose por Adolfo Zaldívar y Fernando Flores? Ahora todos los invitan a alojar cuando antes nadie quería jugar con ellos. ¿No son ellos los niños que siempre quisieron atención y nunca la tuvieron? ¿Nadie se da cuenta que hasta hace pocos días lo único que conseguía Flores eran unas entrevistas en LUN hablando de juegos de computador?
Sí, es cierto, no tengo vida. O sea, vivo en NY y me preocupo de estos pelmazos. Pero la verdad es que estoy en cama en NY. Que es como no estar en NY. No tengo ciudad y no tengo TV. Todo se redujo entonces a los dos libros que adquirí e Internet. Agotada ya de Britney, los comentarios de los debates pre pre pre presidenciales gringos y la huelga de los guionistas (debe ser la envidia porque supiera un poco más de inglés y me voy a ofrecer para terminar los diálogos de cualquiera de las series que tan bien manejo), me dejé abducir por la actualidad chilena.
Y todo el asunto del gordo y el colorín me llama mucho la atención. Ellos han sido sistemáticamente porfiados, resistentes, rebeldes y boca floja. Pero aparentemente este asunto de asociarse con la oposición para negarle las platas al Transantiago fue la última gota. Tanto va el cántaro al agua… (no termino de encontrarle la razón a este dicho, pero este tipo de hechos parecen confirmarlo)
Ahora, después del reto partidario a Zaldívar, hablan de divorcio en la DC. Justo el partido históricamente contrario a la idea de la separación matrimonial legal me entrega los mejores argumentos de por qué es necesario tener la posibilidad de divorciarse cuando corresponda.
La DC se ha convertido en un matrimonio con años de mala convivencia que está más cerca de la Guerra de los Roses que de cualquier partido político. Tenemos dos mundos irreconciliables, un pasado común pero ni el más mínimo cariño mutuo o amor por un ideal común.
"Juan Carlos Latorre dijo que había que llegar a un divorcio pactado; que sepan que si es así, nos vamos a quedar con la casa y el perro", dijo uno de los parlamentarios adolfistas según El Mercurio. Igualitos a Michael Douglas y Kathleen Turner, se pelean por ver quien deja la casa. Más debieron aprender de los Clinton, quienes se entregaron en cuerpo y alma a su sed de poder y se acomodaron todo cuanto ha sido necesario para transformarse en los Kirchner de los EE.UU., el eterno retorno a la Casa Blanca. Quizás hasta tienen sexo entre ellos si es necesario.
Y alegan que no es democrático. A mí mis papás siempre me decían que “esta familia no es una democracia”. Cosa de ver que los líderes nunca fueron sometidos a una votación, ahora lo entiendo. Lo mismo deberían ver los DC. Son nuevitos en estas cosas de las votaciones democráticas. Además, las democracias igual tienen un orden. Estar en democracia no significa que cada uno hace lo que se le venga en gana, sino que hay que seguir ciertos órdenes establecidos. Si no, la cosa es simplemente el caos.
Y con nada de esto digo que hay que darle las platas al Transantiago. Ni si quiera voy a entrar a ese tema. Aunque sea el de fondo. Pero para eso tengo MI espacio en internet y me fijo en lo que me parezca. El punto es lo jugoso que se ha puesto todo.
Reconozco de todas maneras que ni con fiebre tengo buenas capacidades adivinatorias. Pero sea lo que sea que salga de acá, está de miedo. Si no pasa nada, será una de esas familias que guardan los peores secretos para siempre y los sacan a la luz en una celebración cualquiera. Si todo se rompe vaya uno a saber si traerá consecuencias reales o ficticias, como Chile Primero, el autodenominado nuevo referente político de Flores y Schaulson.
En fin, considero que la política chilena está sabrosa. Cosa que no se veía desde hace algún tiempo.

Tuesday, November 27, 2007

Viernes Negro: el desafío continúa


Ya fue el Viernes Negro. De acuerdo con los vendedores minoristas, 147 millones de personas repartidas en las tiendas de EE.UU. durante el fin de semana. Cada una de las cuales gastaron poco más de 300 dólares en su lista de deseos. Y porque estamos en días de crisis, que si no quizás a cuánto hubiera ascendido el monto.
Yo había sobrevivido a mi cumpleaños y a Halloween en NY. Incluso diría que este último lo aprobé con honores. Pretendo sobrevivir Navidad y Año Nuevo. Pero estos gringos malvados van y entre medio me tiran Thanksgiving y el Viernes Negro. Y la cosa me quedó grande.
El primero no es tan grave. Me faltó el pavo, el viaje en aeropuertos abarrotados de gente y, lo más importante, la familia disfuncional asociada. El pobre Pineda pone de su parte y yo hago lo propio pero nos faltan años de matrimonio y algunos otros detalles para armar la propia disfuncionalidad. Además, la descripción general me recuerda bastante a la Navidad chilena, que suma al listado anterior paseos nocturnos por diferentes casas familiares para satisfacer todas las necesidades de amor –propias y ajenas- entre el 24 y 25 de diciembre. Así que, aunque excluida, mantuve una actitud de empatía a la distancia.
Pero el Viernes Negro ya es otra cosa. Se trata del día después de Acción de Gracias, que presenta increíbles ofertas y da inicio a las rebajas previas a Navidad. Lo bautizaron así porque todo lo que se vende permite a las tiendas alcanzar número negros (por oposición a los rojos).
Semanas de noticias sobre la crisis hipotecaria en EE.UU., la debilidad del dólar y un cuantohay económico financiero, pero igual logran llevar a millones de personas a las tiendas. De hecho, en 2007 hubo un 5% más de consumidores repartidos que el año anterior. Y aunque la crisis impactó el gasto que cada uno de estos individuos realizó, no puedo más que reconocer mi pequeñez y sacarme el sombrero.
Y eso que vengo de un país con una gran fe en lo gringo y su estructura pro consumo. Ya antes de venir -y sin tener noticias de lo que tenía preparado el destino para mí- me hice fiel conocedora de los mall, outlets, tiendas internacionales como H&M y múltiples formas de compra física y virtual.
Pero aquí estamos hablando de profesionales, expertos en la materia. Aunque las temperaturas mínimas ya se acercan a los 0 grados (Celsius, que no me vengan con los Fahrenheit aún. El día que me cambie de medidas de temperaturas será el día en que diga “como se decía esto en español”), hicieron colas desde las 3 de la mañana para comprar. Van los días antes a probarse la ropa, se consiguen listados de precios por internet (hasta a mí me llegó uno) para hacer su lista de los deseos. Estamos hablando que un 14,3% de los compradores ya estaban haciendo de las suyas antes de las 4 AM.
Sí, reconozco que lo pensé. Que me veía luchando por un chaleco, un pantalón o una chaqueta a toda moda de NY. Pero cada vez que lo pensé, me veía también perdiendo la batalla. Debería haber empezado a entrenar meses antes, como lo hizo Lavín para la maratón, como Rocky en todas sus películas, para haber estado a la altura de la ocasión.
Así que ahora sumo a mis clases de conversación, un entrenamiento en terreno para irme de tiendas como corresponde. Puede que necesite una maletita con ruedas como las mujeres que andan por la calle 34 o Avenida Lexington. Puede que necesite más café y algunas palabras feas en inglés. Pero haré lo que sea necesario. NY no me la gana.

Wednesday, November 21, 2007

Halloween a la NY


Qué maravillosas criaturas son estos gringos. Siempre había encontrado que inspirarse en Halloween para hacer capítulos especiales de las series, películas de terror y cuanta tonterilla ha salido de este gran país autodenominado América era una exageración.
Hasta que veni, vidi, vici. No una sino TRES veces me dijeron en la calle que mi disfraz estaba muy cool. Lamentable es que yo no haya estado realmente disfrazada, pero para qué ver el vaso medio vacío. En mi lucha contra el frío (ardua guerra especialmente antes que me arreglaran la calefacción del depar) salí vestida de negro, con pantys, pantalones, polainas de lana y una -para mí- lindísima bufanda roja. Se hacen el cuadro ¿no? Y cuando me junté con chilena 2, mi recientemente adquirida amiga, para ir al desfile me convenció que teníamos que hacer alguna gracia así que me compré unos cachos rojos que brillaban (por 30 segundos, lo suficiente para que el vendedor desapareciera). Eso bastó. Fui un hit.
Me quito un poco de mérito porque la onda de Halloween es bien impresionante. Claro, están los niños, pero lo llamativo son los mismos neoyorkinos. Esos que sólo te hablan si les preguntas una dirección, que no miran para el lado en el metro aunque alguien se esté pudriendo y gritando al mismo tiempo, se transforman en unos osos cariñositos sexuales el 31 de octubre. Porque no había visto tanta euforia y libido desde que mostraron algún pedazo de Woodstock en la TV, pero además ahora había más dólares para producción.
Todos se hablaban en el metro, Chucky el muñeco diabólico se acercó a Betty Boop y una policía en hot pants para sacarse fotos con las esposas puestas mientras un zombie trataba de conquistar a las mismas chicas. Y bueno, nadie que se vista de zombie iba a lograr aquello. Porque esto es como esa escena de Mean Girls, una película en que la loca de Lindsay Lohan (ya saben, la amigui de Britney con sus idílicas costumbres antiorgánicas y adictivas) llega al país de las oportunidades después de ser criada por sus padres en África. Y en su primer Halloween en la ciudad se viste para espantar. Eso es no entender nada. Porque no puedo cuantificar cuánta panty calada, traje de conejita Playboy, gatita sexy, tacón, falda corta y pechuga asomada vi en las horas en que anduve en la calle. Qué importan los 8ºC cuando tienes la oportunidad de andar en calzones por NY.
Y aunque mi objetivo era llegar a ver el desfile de Greenwich Village, supuestamente el más grandioso del rubro en el mundo (aunque siempre cuestiono lo que para los oriundos de EE.UU. es el mundo), tendría que haber llegado con dos horas de anticipación para ver la punta de la nariz de algún participante.
Lo pensé y no lo hice. A cambio viví la fiesta de la calle, con travestis, monstruos, sadomasoquistas que se pasearon por horas hasta que se fueron a las fiestas de verdad, donde la libido debe haber aumentado. O eso al menos me imagino como mujer casada y llena de fantasías que soy.
Igual terminamos nuestra noche en una terraza de rascacielos, donde sabios conocedores de la idiosincrasia local pusieron unas batas para ofrecer abrigo a las conejitas, gatitos y todas las chicas sexy que más temprano que tarde se iban a cagar de frío. Hasta que me fui pocas se las ponían, pero quizás cuando la adrenalina bajara recurrirían a ellas.
Y aunque la semana estuvo marcada además por la maratón, una visita personal a Yale y algunas otras tonterillas, me quedo con Halloween para este reporte. Porque aunque le fui a dar ánimo a los deportistas de la maratón con gritos y chiflidos no puedo entender que alguien de mutuo propio decida correr por 40 kilómetros. Y porque la gente en Yale será muy inteligente y elegante, pero no había ni un solo bar alrededor de la universidad y eso me generó un shock del que no me he recuperado. Y lo último que me pasó fue descubrir que la revista Paula tiene un sitio en internet, lo que terminó siendo sólo una gran decepción para quienes queremos ver la moda de un país y una temporada que no nos corresponden. Por eso, sin dudar, me quedo con Halloween.

El Día que Vi la Mitad


Era el día que temía hace años. La mitología materna contaba la historia de esta tía que se fue de vacaciones con toda la familia (gran y catete patota por lo demás), dejando atrás a su pololo de entonces. Pero el hombre era buena onda -y valiente agrego yo- y decidió visitar a su enamorada y a todo su árbol genealógico en la costa.
El día antes que él llegara fue una jornada ajetreada para mi tía: depilaciones y cuantas otras cosas la mantuvieron ocupada y preocupada con el fin de estar perfecta para su príncipe azul. El día D despertó y se dio cuenta que “estaba tonta”: un zancudo la picó en el ojo y su imagen no valía ni un centavo. Nadie creería que era capaz de decir algo medianamente inteligente con ese ojo caído.
Bueno, esta historia me persigue hace un par de décadas ya. Fue mi obsesión cuando fui a Ecuador, donde entre tanto bicho estaba segura algo llegaría a uno de mis ojos y me dejaría "tonta". A cambio me dio una alergia al sol de consecuencias insospechadas (se me hinchó todo UN lado de la cara, tanto que me apretaban los lentes de sol), pero esa es ya otra historia.
El viernes algo me molestaba un poco en un ojo y el sábado se convirtió, como decía, en mi día más temido: con un ojo entre morado y rojo, totalmente hinchado y, por sobre todo, una gran cara de tonta.
En suma. Pineda se rió de mí todo el día y no salí de la casa más que a mi super de al ladito. Y todo con anteojos, porque olvídense de ponerme lentes de contacto.
A mi favor puedo decir que mi tía se casó con el pololo que la vio con el ojo caído. Quizás encontró que si aún así la quería era que su amor ya no tenía límites. O que uno se siente más tonta de lo que en verdad se ve. ¿Será esto aplicable a otras situaciones espacio-temporales?

No soy la nueva Da Vinci


NY es como una escuela de humildad. Siempre te muestra un poco lo que has logrado, pero también te pega una pasadita por todo lo que te puede quedar por delante. Para empezar la semana fui a disfrutar de mi propio barrio y su espectacular parque a la orilla del agua (no hay que decirle río porque en verdad no es agua dulce, sino de mar).
Un placer. Gente trotando, un grupo filmando una peli, serie o algún producto audiovisual... Todo el mundo cosmopolita que tanto me obnubila. Y cuando ya me ponía a meditar sobre la aldea global y como finalmente hay tantas cosas que se repiten en cualquier ciudad grande (sí, efectivamente,estaba comparando NY y Santiago) tuve que reparar en lo evidente: el paisaje de fondo, Manhattan. Porque claro, uno está en NY y es todo fabuloso, pero cuando uno ve Manhattan AL OTRO LADO, se da cuenta que está de ESTE lado. Y que para "hacerla" completa uno debería estar allá. Ya me imaginaba, con mi ropa linda de oficina y zapatillas, saliendo del metro con los zapatos elegantes en la cartera y todo eso. O mejor aún, andando en taxi. Y con vista al Central Park. Aunque claro, sin tiempo para tontear por el parque como lo estaba haciendo. Y me sentí inteligente. Inteligente por apreciar que estaba en un buen momento, por pensar en la aldea global y por cuanta otra tontera puede suceder.
Error número 1: siempre que uno se siente inteligente alguien te recuerda que no lo eres tanto.
Y seguí alimentando el monstruo. Fui de paseo a la milla de los museos, a lo largo de la cual se encuentran múltiples entidades culturales de diversa índole: el museo del Barrio, el Judío, el del diseño, el Metropolitan y el parchado Guggenheim. Y elaboré teorías respecto de las exposiciones, la forma de presentar sus contenidos, las políticas tarifarias... Me creía la muerte. La dueña de casa llena de cultura.
La cosa empezó a decaer hacia fines de la semana cuando fui al Museo de Historia Natural y me di cuenta que eso no es lo mío. Muchas veces me he atormentado por la diversidad de mis intereses (y la poca profundidad de los mismos) pero enfrentada a la realidad, me di cuenta de que los animales, su evolución, el estilo de vida de una pareja coreana a principios de nuestra era, los ritos de iniciación africanos y muchas otras cosas (entre ellas los esqueletos de los dinosaurios) quedaban absolutamente fuera de mi interés. Así, me di cuenta que era versátil, pero nunca tanto como yo había creído. Y le eché la culpa también al museo que no diferencia reproducciones de muestras reales y es oscuro y no-es-que-yo-sea-inculta-es-que-ustedes-no-saben-como-presentar-las-cosas.
¿El broche de oro? Una conversación con un financiero que me dejó clarísimo lo poco que manejo el tema… Hasta ahí no más llegué, la Da Vinci post moderna.

M vs Carrie


Hoy es uno de esos días en que se pierde lo que hay de equilibrio universal. Hasta la griega de la lavandería, admirable por su siempre buen humor, anda atravesada. En parte puede ser la insoportable humedad, los restos de calor y vaya uno a saber cuánta electricidad hay en el ambiente. Y para superar lo que parece un comercial ochentero de Ladysan me he propuesto contabilizar de una vez las mil y una diferencias que hay entre Carrie Bradshaw y yo. Porque no nos engañemos, aunque no pasé de la segunda temporada y a pesar de que he visto decenas de películas y series en NY, sobre NY y con personajes de NY, Carrie está en la mente de todos (todas). Hasta vi Breakfast at Tiffany's con la esperanza de sacarme esa imagen de la cabeza o si lograba cambiar el referente, pero no se puede luchar contra el tiempo. Lo que fue ya fue, lo que es, es y lo que será, será. No por muy dicho es menos cierto (siempre quise decir esa frase). Entonces en el primer encuentro Carrie-M podemos concluir que las diferencias son tantas y tan evidentes en muchos casos que no vale la pena destacarlas todas, pero de muestra un botón:

1) Manhattan vs. Queens: Yo estaba de lo más tranquila viviendo en Queens. Qué me importaba que todas las películas se rieran de la gente que vive fuera de Manhattan. Pero un día en mi viaje al centro pensé en Carrie. ¿Por qué mi vida se hacía tan distinta? Y entre miles de razones: Carrie no anda en metro. Yo sólo anduve en taxi cuando me bajé del avión. Y claro, vivo ahora a una cómoda media hora de Manhattan, pero en metro. A mi favor: Seguro en los taxis de Carrie no se escuchan las conversaciones de antología y en todos los idiomas que me tocan a mí. Pero claro, ella vive en Upper East Side (léase al este del Central Park, topísimo), tiene un sector cocina separado del resto y un walking closet nunca visto (ni siquiera por acá por Queens) y renta controlada. Me saco el sombrero.

2) Trabajo vs. Cesantía: Carrie tiene el trabajo que yo quiero. OK. Quizás yo no escribiría de sexo, pero ¡tiene una columna! Le pagan por ser, como digo yo. Y no es sólo ficción. Su personaje está basado en Candace Bushnell, quien efectivamente tenía el trabajo que yo quería en la vida real. ¿A cambio? Tengo un hombre que Carrie envidiaría. Mi Mr. Big nortino (lo sé, aún vivo mi luna de miel).

3) Estilo vs. Vestir por supervivencia: Puedo argumentar que no tengo sus ingresos, pero no nos engañemos, tendría que nacer de nuevo para usar esos zapatos de tacón. A mi favor: Yo me visto solita. He visto cómo han pelado a SJP (Sarah Jessica Parker, recuerden que estoy en el país de las siglas) después de la serie. Desde que vive sin su asesora de vestuario su vida cambió. ¡Y vieran lo que dicen de la colección de ropa que sacó para Steve & Barry's en junio de este año! Se llama Bitten y no ha tenido muy buena recepción de la crítica. Por mi parte lo encuentro barato y usable. Aunque a veces mezcla la chaqueta de vestir con un buzo… puede ser un concepto post post moderno.

4) No puede ser mejor vs. No está mal: Tengo que decir que el cuerpo de esa mujer es admirable. A mi favor: La nariz (gracias naturaleza). La mía podrá ser un porongo, pero no desata comentarios. Me podría dar el dato de su pelo eso sí. Entre otros, claro.

5) Amigas newyorkers: Como buena inmigrante que soy, tengo amigas ídem. Podría ponerme a hacer un paralelo entre las de la serie y las mías. Pero puedo decir desde ya una gran diferencia: las mías son menores (yo también, digámoslo, aunque sea feo sacar a relucir estas cosas) y casadas. Igual se puede jugar a un paralelo pero no tengo nada parecido a la divertida Samantha de la serie.

6) Fumadora vs. Fumadora: Nada que decir. Como dos gotas de agua.

Finalmente, para salir de todas las dudas, hice un test en línea para saber si soy más Carrie, Miranda, Samantha o Charlotte. ¿Resultados? 40% Carrie, 40% Miranda, 10% Charlotte y 10% Samantha.

Glad con Suerte llega a NY

Cuando ya estaba como los monitos de los reclames de Duracell, ya saben, los que usan "otras pilas", llegaron a rescatarme. Porque bueno, yo siempre he sido un poco como esos monitos, parto como caballo de carrera, pero después....
Empecé con entusiasmo los primeros días que Pineda estaba en China, disfrutando de mi momentánea soledad. Paseaba, me hice comidas sanas y ricas, vi películas en las noches. Claro, me dejé fumar un poco más de lo normal para tener un pequeño escape ¿no?
Bueno, pero cuando las cosas empezaron a guatear, cuando ya no quería saber nada de nadie y no llegaba muy lejos en mis paseos, me llamó la Titi. Ella y el Leo ya habían llegado a NY. A partir de ahí fue una cadena de buenas noticias. Yo siempre he dicho que la Titi tiene muy buena suerte. De hecho, mi expresión exacta es que ella es "tocada por la mano de Dios" pero me doy cuenta que tanta referencia religiosa-creyente en mi caso es confusa así que dejémoslo así no más.
Me acuerdo una vez en un cumpleaños que estacioné mi auto afuera, junto con todos los demás. Volví en la noche y me habían robado la radio y los CD que estúpidamente andaba trayendo. Primero me senté en el auto como los osos de Ricitos de Oro, diciendo "alguien se comió mi sopa" y cuando reaccioné volví al cumpleaños para decirles a todos los demás que revisaran sus autos por si los ladrones se habían hecho rechupete tremenda colección de vehículos: había autos nuevos y viejos, incluso uno que se lo habían comprado una semana después que el mío y que siendo distinto era lo más parecido al mío. Y nada, sólo se habían metido con mi Corsa.
Bueno, en eso la Titi es como al revés, ¿me entienden? Ella es Glad con suerte y yo soy el Pato Donald. Somos las dos caras de la moneda que tienen que coexistir para darle equilibrio a nuestro mundo de historietas.
Pero esta vez la suerte de la Titi fue contagiosa. Hablamos el sábado, salimos a pasear el domingo y ese mismo día me llamó mi amiga Daniela desde Barcelona y más tarde mi familia-Tenembaum desde Chile. Y ya me sentía de lo más acompañada.
El lunes me llamó una amiga de mi prima que vive en Brooklyn y que resultó ser un encanto y tener un hijo muy divertido y taquillero a sus tiernos 3 ó 4 años. Pude disfrutar la increíble vista de Manhattan desde ese lado y después me llamó la señora de otro chileno que vino a trabajar en la oficina de Pineda. Puedo seguir y seguir, pero sólo como una muestra del punto cúlmine, le cuento que terminé pasando el 18 comiendo empanadas y pastel de choclo en una reunión de georgianos en NY.
Igual como uno no deja de ser lo que es me anduvo bajando un poco de gripe, así que pasé la tarde del 18 viendo pelis en cama y preparándome para salir como fuera en la noche a lo que sin duda sería una importante presentación en sociedad. ¡Qué fiesta de 15 ni qué fiesta de graduación! Esto era claramente el evento que podía abrirme las puertas o sepultarme socialmente.
Siendo yo de la Alianza (porque cuando uno se va fuera de Chile uno vuelve a ser todo lo que era porque cualquier antecedente puede ayudarte) y encontrando que los georgianos eran como nosotros, pero mejores, fue muy divertido ver un montón de ellos más crecidos y en el extranjero. Finalmente el resultado es más humano de lo que uno creería.
Primero, agradecimientos especiales a la Titi, que fue como mi manager dedicado, cada vez que hablaba con alguien le decía "Porque yo ando con la Mane (y yo daba un paso al frente), que vive hace dos meses acá" y me daba pie para que yo hiciera mis relaciones. Pero bueno, aunque uno cree que está tan desesperada y aunque sé que no soy monedita de oro (nadie me cree, pero mi sicóloga siempre me lo decía) las cosas se dieron en el ámbito de lo terrenal. Había gente simpática y otra que no tanto, las empanadas estaban deliciosas y todos fueron acogedores.
Después volví tranquilamente a mi casa agradecida igual por la preocupación de la Titi de que me iba sola. ¿No les pasa que cuando alguien más se preocupa ustedes no lo hacen? Es como que ya ocuparon ese puesto, entonces uno toma otro.
Ahora sólo me falta convencer a la Titi que mejor se quede a vivir acá. Que para qué va a volver a Chile. Así yo puedo embalsamarla y frotarle la cabeza todos los días antes de salir, para que me dé suerte en mis jornadas en NY...

Los últimos podemos ser los primeros

He visto y revisto hasta el cansancio de mi Dell el video de la decadencia escénica de Britney Spears contoneándose poco y nada en los premios MTV. Y aunque nunca me han gustado mucho este tipo de historias de sexo, drogas, rock&roll y final triste, esta declinación en vivo y en directo me parece fascinante.
Nos da la posibilidad de pensar que los que eran primeros pueden ser los últimos y los que somos últimos podemos ser primeros. Como Bush, que cuando estuvo frente a un montón de estudiantes, dijo: "A aquellos que reciben honores, premios, distinciones les digo, bien hecho. A los que sacan 1, les digo ustedes también pueden llegar a ser Presidente de los Estados Unidos". Entonces claro, uno entiende que el hombre es hijo de un ex presidente, pero si él pudo llegar a la primera magistratura… ¿Dónde podemos llegar nosotros?
Después de todo, los que parecen al principio favorecidos a veces quedan peor. Algo así pasó con los primeros compradores del IPhone. "That's technology", les dijo Steve Jobs, el hombre de Mac con el closet de Pedro Picapiedras cuando anunció que rebajarían el aparato en 200 dólares. Y ya vi a una de las afectadas. El otro día en una tienda de zapatillas había una mujer contando que había ido "el mismísimo primer día" a comprar la última chupada del mate. Y ahora estaba furiosa, porque sólo le reembolsarían 100 de los 200 dólares de diferencia. Les diré que no tenía cara de visionaria ahora.
Al menos los que se compraron el famoso teléfono –que ya vendió más de un millón de unidades en menos de tres meses- tuvieron el beneficio de usar la cosa esa (maravillosa, digámoslo) antes que otros. Pero yo todavía me acuerdo del recital de Paul McCartney en Chile, cuando sólo algunos compraron la entrada de cancha. Eran un grupo de elegidos, pero eran tan pocos que pasaron a ser un grupo de amargados cuando lanzaron una promoción que permitía comprar las entradas por algo así como el tercio de su valor con un par de tapas de cerveza. O sea, ibas al concierto y más encima te servías unas pilsen ¿no? Y todos nos encontrábamos juntos en la cancha a la misma hora, en el mismo lugar y para disfrutar del mismo concierto.
A eso se suma que me estaba leyendo una biografía de Cortázar en que destacan lo tarde que empezó a publicar. Entonces digo, yo, encerrada en un departamentito, acuartelada por la tormenta del aún verano de NY… ¿lograré algo en la vida? Quizás sí. Quizás no logre que alguien vaya a verme al cementerio como yo fui a ver la de Cortázar con cara de cordero degollado, ni que la gente deje regalitos arriba de mi tumba, pero al menos pensar que tengo una posibilidad de lograrlo me deja tranquila por hoy. Bueno, tranquila-nerviosa.

Dios actúa en formas misteriosas

A días de mi primer 11 de septiembre en NY, veo con decepción lo poco que avanzan las obras en la Zona Cero. Seis años después, la cosa sigue siendo poco más que un hoyo, con montones de camiones y si no fuera por un improvisado espacio tipo museo en los alrededores, estaría por ahí con el futuro Costanera Center. Acá incluso hacen chistes al respecto.Reconozco sí el aspecto emocional. Cuando visité el lugar, entre decenas de turistas, el hombre de las bebidas y el mendigo que tocaba la flauta a cambio de unas monedas, había una señora llorando. En la última quincena he leído cuanto reportaje han sacado en diversos idiomas sobre los sobrevivientes: bomberos, hijos de…, newyorkers en general que siempre recuerdan el tema. Y se ha humanizado un poco.Hablando con algunos de los que estuvieron acá para la fecha en cuestión, me doy cuenta que tiene algo de desastre natural. Es como el terremoto del '85. "¿Dónde estabas tú para el terremoto?"Todo esto me hizo preguntarme respecto de mi vocación periodística. Se entiende, estoy en la Gran Manzana, llena de actividades. Incluso ahora me enfrento a una fecha clave y me pregunto. ¿Voy al evento del 11? Lo peor es que me conozco. Si voy va a ser más para sapear que para reportear. ¿Entonces, me muero de vieja y no de sapa? ¿Volveré a ser una periodista?En medio de tantas pajas mentales fui a sacar mi tarjeta de biblioteca para poder pedir libros y películas y me encontré con el malvado profesor que me expulsó de mis clases. Y conversé con él. Después de todo, cajeros de supermercado, empleados de cualquier tienda, la señora que espera delante o detrás de mí en cualquier fila, vendedor de hot dog... todos han sido mis víctimas en mi obsesión por practicar inglés. La oferta de cursos me parecía cara y escasa. Es que uno se pone cagado cuando no gana plata. Entonces pagar cientos de dólares por un encuentro semanal para conversar por una hora no me parecía.Además, lo encontraba un poco triste, como cuando el protagonista del Club de la Pelea se hacía adicto a los grupos de apoyo. Total, ¿Cuándo uno en la vida ha tenido que pagar para conversar?Bueno, el profe me estaba tratando de ubicar hace algunos días, porque quería pedirme que me hiciera cargo de un newsletter para los estudiantes. Les explico lo buena noticia que es esto: hago entrevistas en inglés, escribo en inglés y me corrigen, y recolecto esas historias de inmigrantes que me llaman tanto la atención. I-de-al.De paso sumé a Costa Rica que toma re buenas fotos para que se haga cargo de ese ítem.Dios actúa en formas misteriosas. Siempre he amado esa expresión. Bueno, esa y "Dios se ríe cuando hacemos planes". No tengo reemplazo ateo para ninguna de las dos y creo que esta semana ambas se aplican.

Avanzando a patadas

Ya me empezaba a sentir como en casa. Me puse de averiguar de colleges, considerando que las universidades eran muy caras para tomar clases de inglés. Me sentía tan precavida: "Sigo con mis cursos en la biblioteca vecina hasta octubre, ahí tomo un curso intensivo y después veo de una vez qué más hago". Tenía cubierto hasta como fin de año. Y no saben cómo me tranquilizaba eso.
Pero la vida me hizo avanzar a patadas. Me interceptaron en la biblioteca con un test sorpresa (al menos para mí) y chán: “Te tenemos una buena y una mala noticia. La buena es que realmente hablas muy bien inglés y la mala es que hablas tan bien que ya no puedes ser alumna de la biblioteca”.Y uno entiende ¿no? Los albaneses, mediorientales y centroamericanos que llegan sin hablar una palabra de inglés necesitan el cupo. Los he visto. De hecho, me ofrecieron ser voluntaria en la misma biblioteca para enseñarle a otros.
¿Cómo lo ven? Aún no me decido y atontada por la idea de pasar de ser alumna a ser profesora hice lo único que puede hacer una mujer en esa situación. Me fui a comprar a Ikea. Así que alfin tengo un plumón y un par más de tonterillas, que me lesionaron el hombro en el camino de vuelta por el peso de las bolsas.Y bueno. Al menos hoy cuando me desperté en la mañana pensando qué voy a hacer, estaba tapadita con un delicioso plumón.En el intertanto además me convertí en una seudo dueña de casa. Al menos ya tengo todos los vicios: estoy ocupada todo el día, enamorada de mi nueva escoba mágica (de esas que se les pone un papelito que "atrae" el polvo) y obsesionada con la tina tapada. Sólo me falta hacer hogar y cocinar. Para lo primero avanzamos en cada viaje a Ikea y para lo segundo mi nueva amiga Costa Rica me está dando unas páginas de recetas.Quizás termino siendo como cocinera centroamericana de frijoles con arroz.Así vamos. Viendo si las patadas nos llevan a otro lugar. Y bueno. Me puse a escribir. Total es la única vez que tengo el tiempo de hacerlo. Lamentablemente para mí lo primero que parí fue un cuento de ciencia ficción. ¡Si a mí nunca me ha gustado la ciencia ficción! Suerte para la humanidad que nunca lo verá. Veremos si la próxima vez me toca suerte a mí con algo más presentable.

No hay nada como NY y su farandulilla

He seguido con pasión los bajos y más bajos de la farandulilla gringa. Me quedo con la boca abierta en las colas del supermercado viendo las revistas y sus maravillosos titulares. Mis favoritas: Britney y Angie (Jolie, obvio). Que tienen más hijos, que los dejan, que cambian de hombre o no, peleas, casas nuevas...
La mejor portada, "¡Crisis! Angie llega a las 95 libras". Para que no hagan el esfuerzo que hice yo, eso quiere decir que la mujer (que mide entre 1.70 y 1.75, dependiendo de qué página vean, pero la mayoría se inclina por el metro 73) está pesando como 43 kilos.
Además hacen preguntas, “¿Está Britney abandonando a sus niños?” “¿Han dejado de nuevo a Jen?” “¿Volverá con Brad?”. Y yo ya me quedo pensando si será buena idea que Jen vuelva con Brad, que a la película siguiente con una bien guapa la deja comiendo helado sola en su casa. De nuevo.Bueno, en un afán nacionalista me puse a investigar si nuestra farandulilla estaba a la altura. Salté a LUN gracias a mi bello computador nuevo y a nuestro aun inconscientemente generoso vecino que tiene abierta su señal de internet. Y nada. Bien fome. Mucho Bielsa, mucho Madeleine (me he puesto un poco insensible en este tema), corporación del niño agredido (ese estaba mejor), alguien te mira y, lo más cercano a una estrella nacional, Carla Ochoa. De hecho, leyendo a Gumucio (a quien de paso rindo un homenaje porque escribe tanto mejor de lo que habla y además, lamentablemente, escribió sobre las ferias artesanales haciendo una referencia mucho mejor que la mía), me acordé de cuando se iban a casar Gonzalo Cáceres con Sarita Vásquez, probablemente uno de los climax de la farandulilla nacional.Fue entonces cuando decidí que la verdad estaba en un estupendo lugar: NY.
Sí claro, también están el Moma, el Metropolitan, el Empire State, la moda, el ombligo del mundo urbano... Pero quiénes somos sin faradulilla.
Por eso, dejé de decirle "esta gente" a los gringos. Ahora les digo gringos.

El desafío de ser dueña de casa

NY está llena de grandes y pequeños desafíos. Y muchas veces impredecibles. Lo evidente, como el idioma y las medidas (libras, pulgadas, pies) ya han tenido sus consecuencias.
Los metros-subway parecían un tema, porque acá no basta con saber qué línea quieres. Tienen su color y todo, pero debes saber qué tren quieres en esa línea. Pero la prueba 1 ha sido superada.Respecto del inglés, aunque no lo crean estoy en el nivel “avanzado tres” en mis lecciones computacionales de inglés. Es el nivel más alto. Lamentablemente esto no significa absolutamente nada porque igual no puedo hablar. Pero ya terminaré mis lecciones y aumentaré la frecuencia de mis grupos de conversación. Ya verán.Lo de las medidas ha sido un tema. El otro día me compré un alargador y era de tres pies. Y mi cabeza lo transformó en tres metros. Claramente al llegar a la casa mi alargador se transformó en un seudo triple con su cordón cortito que no hace más que llevar el enchufe de la pared al suelo. ¡Y la cortina de baño! Llega justo hasta la tina, porque compré la estándar y parece que el que instaló la ducha acá se puso creativo y puso el palo más arriba. Claro, y yo antes de salir medí mateamente con mi inútil huincha chilena en centímetros y después me encontré con las cortinas en pulgadas. Día por medio a Pineda se le va ese centímetro de cortina y quedamos con un baño inundado.
Igual no soy tan inútil. He buscado cortinas más largas, pero el mercado no me ofrece. Ya estoy que le pongo un "agregado" para terminar con el tema.Ahora, el verdadero desafío está en mi propia casa. Me doy cuenta hoy que más que ser una profesional exitosa lo que más quería yo en la vida era NO ser una dueña de casa. Y por favor, que no se malentienda, no se trata de un menosprecio al rubro, sino el resultado de una incapacidad anquilosada ya en mi ser.Ya me había pasado en Santiago que vi algunas casas de amigas y me preguntaba cómo lo habían logrado. Hasta había elaborado la teoría del huevo de avestruz: cuando ya tienes uno de esos dejas de tener una casa para contar con un hogar bien constituido. Porque no son los hijos, un hombre o cualquier otra cosa de esas la que hace un hogar. Son el palito de las cortinas, el librero y el bendito huevo de avestruz los que hacen la diferencia a la hora de tener un hogar. Hasta fui a la casa de una amiga que en su lindo departamento unipersonal había logrado hacer un completo y lindo hogar.Mientras estuve en Chile me albergué como la mismísima avestruz en mis horas de trabajo para justificar mi falta de hogar. Bien lo sabe Pineda que cuando llegó a vivir conmigo botó las toneladas de comida vencida (supuestamente no perecible, pero hasta esa vence) y llenó el refrigerador con cilantros, zanahorias y tantas cosas novedosas para mí, que hasta entonces me alimentaba de chis pop y papas fritas. Los cereales eran el alimento más nutritivo. Y con yogurt para dar la cuota de lácteos y proteínas que una niña sana como yo necesita. ¡Ah! Y cuando quería algo caliente y casero, bastaba con las pastas orientales.Puedo culpar a mi madre por esto (de hecho lo hago un poco), pero ella fue también la que me entregó los cuadros que hicieron un poco más de hogar en mis casas en Santiago. Así que puede decirse que se compensa.Hoy podría alegar problemas presupuestarios, falta de conocimiento del lugar o estar concentrada en conocer (lugares y personas). Pero la verdad es que no sé cómo hacer un hogar. Confieso desde ya que he mentido. Sí sabía cocinar (sé cocinar a la olla, al horno y freír, me faltan recetas pero tengo el conocimiento básico) y sé limpiar con pulcritud los baños y la casa en general. Pero al parecer eso no basta. Hay un querer hacer hogar. No sé por dónde empezar. Pineda se ríe porque a todo le pongo cojines: a la cama, a los sillones, pero hay algo en los cojines que me parece más personal, más hogareño.Hasta compré una velita a ver si la cosa se iba haciendo más de uno, más cercana. Les digo al tiro que no es la solución.Bueno, en vista y considerando, hoy huyo de nuevo. Y por mis propios barrios. Me junto a tomar café con mi amiga Costa Rica y mi amiga Reiki. Después buscaremos clases de yoga a ver si puedo y quiero pagarlas. Y bueno, a ver si encuentro algunos cojines en las tiendecitas del barrio. Imanes para el refri pensaba además.

Primer contacto con la cultura y el consumo en NY

A puro sangüich de potito. Así nos iremos de ahora en adelante, porque la ira que me puede dar pagar tres dólares por un hot dog, que en mi país de origen no me comía ni aunque fuera regalado. La salchicha pasó de ser una cosa cuestionable a uno de los alimentos proteícos que constituyen mi dieta alimenticia, sino diaria, al menos semanal. Pues bien. Esto no puede continuar. Así que de ahora en adelante, no importa si vamos al Metropolitan o a Ikea –nuestros panoramas del fin de semana- llevaré unos pancitos. Y si ando rajá, le pongo jamón de pavo.De los dos panoramas, el Metropolitan fue mucho mejor. No sé si eso me sorprende de mí misma haber preferido la cultura al consumo. El museo está llenísimo de cosas y al tiro me puse ambiciosa y le decía a Pineda que mejor vamos una vez al mes y así podemos conocerlo mejor. Vimos un poco de japonés, de indio, de chino y una pasadita por los egipcios para después ir a ver a los impresionistas considerando que eran la exposición temporal. Divagamos sobre como la decadencia de algunas dinastías mongoles se parecían a los problemas que tenía la Concertación, vimos unos dibujos japoneses del siglo 19 que parecen comics y nos preguntamos si las tumbas de los egipcios funcionarían con la misma lógica del parque del recuerdo hoy: compre ahora para no dejar endeudada a su familia cuando muera. En suma, estupendo panorama.

Ikea...
Uffff. No sé si es un paraíso o una pesadilla. El amigo paleteado de Pineda se ofreció para lo que necesitábamos: arrendar una van que nos permitiera traer de una vez las pesadas cosas que constituyen un hogar: sofá y ese mueblecito multiuso indispensable en los espacio newyorkinos... La semana pasada trajimos la mesa y dos sillas en metro-bus y casi morimos. Y Amigo-Paleteado tenía todo lo que necesitábamos: licencia de conducir y un conocimiento mínimo del sector para hacer el recorrido. Así que partimos. Nos juntamos con Amigo-Paleteado allá a las 10 AM. A lo cual.... nos despertamos a las 7:30 (es lejitos). Allá vitrineamos, compramos, peleamos... como cualquier pareja en un mall. Arrendamos la van y partimos por las autopistas gringas llenas de tacos, autos gigantes y hombres sacándose los mocos. Un hábito ya comprobadamente internacional.Llegamos a casa y para qué les digo que subí algo hasta el cuarto piso porque sería mentira. OK, los individuales y las ollas. Mientras, los hombres, esclavos del señor, llevaron todas las compras hasta el cuarto piso. Casi perdimos a Amigo-Paleteado en el camino por el esfuerzo. Pero lo logramos. Después, un rato de descanso y partieron los hombres a devolver la van. Mientras, yo armé algunas cosas chiquititas y esperé a mi hombre para el resto. Sí, por un momento quise ser independiente, pero en las instrucciones de los otros muebles salían dos monitos armando las cosas y si algo he aprendido de Ikea, es que cada instrucción tiene su razón de ser. Cuando un tornillo no entra es porque no debe entrar, no porque hay que hacer un poquito más de fuerza para que entre, como hubiera indicado mi naturaleza. Así es que hoy vivo en la guerra, rodeada de cosas a medio construir debido a la falta momentánea de martillo.Y hoy ya empezó la semana: clases de inglés, supermercado, lavar ropa, paseos turísticos. Casi dos semanas y ya tengo una rutina. Si eso de que somos animales de costumbres....

Woman power

Tengo que reconocer que me bajó la onda romanticona que tan mal me sienta. Me gusta más cuando ando achorada e irónica, pero en fin uno es como es y tiene los lados que tiene.
Les confieso que las dos veces que he sido inmigrante el temita me ha agarrado con fuerza. Es bien impresionante. Pero esta vez todo se combinó diferente y es una de esas veces en que me siento cargada de woman power. Pasé de ser una chilenita inmigrante, una tonta de frases básicas, a sentirme parte de un tremendo género.La jornada empezó una vez más con el terror que le causo a mi vecina. Hace unos días llegaron al departamento del lado unos cuatro gringos de esos de verdad. Caucásicos y todo. Blanquitos, de ojos redondos y una inglés bien nasal. No importaba cuántas sonrisas les diera, cuánto los saludara, en fin, cuán amable me mostrara, cada vez que me veía, mi vecina abría mucho los ojos y se quedaba como petrificada. Como cuando los niños ven al tiranosaurio rex en Jurassic Park. Y yo seguía tratando de ser amable, pero me sentía un poco como el elefante tratando de no pisar a la hormiguita en un partido de fútbol. Torpe.Después fui a la Zona Cero y pensaba si mi norteamericana vecinita me creía capaz de reventar el edificio con un avión o algo así. Me comí el hot dog más caro de la historia de la humanidad y volví a mi esperada clase de conversación en la biblioteca de mi barrio.
Por supuesto, cuando llegué me enteré que el taller no era de conversación, sino para aprender expresiones. Cosas así como "en un abrir y cerrar de ojos" y similares. Ni las más básicas instrucciones logro entender. No era un grupo de conversación, sino más bien un grupo de estudio, con cuatro mujeres que se reían con acentos y pintas diversas. Parecía chiste: una belga, una griega, una iraní y una coreana. Y me fascinó.Cinco mujeres (conmigo) contando su experiencia de vida e inmigración, con edades muy diversas. Fue como vivir el "Club de la buena estrella" una película que en su momento me pareció bien latera que contaba cómo un grupo de mujeres chinas habían llegado a USA.Ahora, en la vida real, estaban los casos más diversos, como la mujer de un hombre que trabaja en la ONU, que aprende el idioma del país al que va cada vez, se dedica a hacer reiki, flores de bach y reflexología. Una excelente alternativa laboral para quien debe viajar tanto como ella. Incluso ofrece hacer reiki a distancia, atravesando océanos si es necesario.La griega se casó a los 15, tiene 50 años y una pinta que ya me la quisiera yo, está separada y vuelta a casar. La coreana tiene 78 años y aún cree que puede aprender inglés. Admirable, sobre todo considerando que hasta anteayer yo me preguntaba si no se me había desconectado el pedazo de cerebro que se ocupa de los idiomas. La iraní es otra de las que llegó al país sin saber una sola palabra de inglés.Bueno, el extraño grupo me agarró, me invitó un café y galletitas y me contuvo como sólo un grupo de mujeres mayores sabe hacerlo. ¿Qué será lo que pasa en grupo así? Yo les explicaba torpemente que lo que pasaba era que yo antes trabajaba, tenía una vida, que me demoraba en hacer aseo porque nunca lo había hecho, que no sabía cocinar… y ellas se reían. Me aclararon rápidamente que todas tenían una vida antes de venir acá. Toda la razón. Bueno, y me dijeron que en 10 días yo parecía tener un buen inglés, que me movía tranquilamente por la ciudad, que estaba esperando mi computador para estar más conectada.Puede que esté pecando de mediocridad o autocomplacencia, pero no les digo como me vine ayer caminando a la casa, con el pecho inflado y sintiendo que la calle se amoldaba a mi caminar.Y como si fuera poco, mis nuevas amigas internacionales me presentaron a mi nueva amiga joven: una lola de 21 años, publicista de Costa Rica, que llegó hace seis meses a NY con su marido y tiene mil y un datos de tiendecitas y demases. Ya programamos un paseo para hoy.Lamentablemente amaneció con una lluvia torrencial, pero como ahora me creo sabia y poderosa da lo mismo. El paseo puede quedar para otro día. Tengo mucho tiempo aún.

Mi primera nostalgia del hogar

Llevaba menos de una semana en NY y ya me estaba dando nostalgia de Chile. De mi gente, como quien diría. Aproveché la excusa de que en la biblioteca me pidieron una identificación consular para sacar libros y fui al consulado chileno a registrarme. Lo hice así en España y parecía "the right thing to do". Además, me daba la oportunidad de contactarme con mis connacionales.
Me atendió un funcionario medio, con un chivito cagón y canoso, que sólo se quejó de todo el trabajo que tenían. Él no entendía para qué había ido hasta allá y yo, a esas alturas, tampoco. Además era lejos, sin mucho metro cerca, al menos con el calor que hace.
Le expliqué toda la situación y me dijo "Noooooooo, acá tenemos que ocuparnos de cerca de 40 mil chilenos. Ya no podemos con sus pasaportes y poderes, ni hablar de inscripciones". Le dije que lo necesitaba para la biblioteca, ante lo cual me dijo que ellos "antes" hacían algo así, pero que era una cosa muy rasca, escrita a máquina y con una foto muy chica, así que no valía la pena. Insistí, argumenté que no importaba que fuera rasca, pero no tuve la acogida esperada. Me fui, con mi mochila a cuestas y la tranquilidad de que tengo otra nacionalidad que espero valga más que la sudaca. Ya saben, mi evidente look de francesa viene de la sangre ¿no?Aproveché de pasar por las Naciones Unidas, que estaba al lado, y lo encontré menos impactante de lo que creía. No podía dejar de imaginarme todo ese edificio lleno de hombrecitos con chivitos canos y cagones, marcando el paso como el que me había tocadorecién. Después de todo, ¿qué ha hecho las Naciones Unidas que valga la pena? Ni Mafalda le tenía respeto y desde entonces sólo se ha acentuado su carácter (el de la ONU, digo). Y esta es la historia de cómo se me quitó la nostalgia de mi país.

En busca del inglés

Esto de estar en un país con idioma relativamente nuevo para mí no es jarana. En mi esfuerzo por aprender rápido y ser matea, como acostumbro, le pregunto a Pineda todas las palabras que no sé. El problema es que él tampoco las sabe... ¿Cómo se las arregla él entonces? Su explicación es que hay que construir frases muy simples.
Ahí llegamos al fondo del asunto. Yo quiero echar la talla, ser simpática, aparentar al menos cierta inteligencia, pero parece que el secreto está en ser como esos gringos de los que uno se ríe en Chile. Bien simplones.
Al menos hoy los gringos simplones me tratan bien. La onda arábica hindú no se me da tanto, para que les voy a mentir. Además, entre mi inglés y el de ellos no hacemos uno.Pero quiero luchar y triunfar. Así que partí a Manhattan a cargar baterías. Almorzamos con Pineda en un Deli, donde compras la comida por su peso. Por supuesto me dejó elegir cualquier tontera y me encontré con puras ensaladas llenas de cebolla. Ya vi que le gusta que cometa mis propios errores.
Después de eso me volví a mi Queens, mi nuevo hogar, con todo mi mal tufo a tomar mi test de inglés en la biblioteca local. Ahí ofrecen un lugar de acogida para quienes, como yo, han terminado en esta ciudad sin manejar el idioma necesario como corresponde. Por suerte era con un computador, así que yo y mi tufo no perjudicamos a nadie. Una vez realizada la prueba, me informaron que el jueves tengo mi primera sesión de conversación en grupo, donde podré ver la verdad de la milanesa.

Lo que más me gusta de NY

A pocos días de llegar a NY ya sé lo que más me gusta de la ciudad: esos pequeños desubicados. No me interesan tanto los grandes trangresores. Esos son un poco como las ferias artesanales: no importa a qué lugar del mundo vayas, son siempre iguales. Los mismos posters, las mismas tonterillas. Con suerte en Chile se agrega el indio pícaro.
Los grandes transgresores son tal cual. Si ya tienes el pelo rosado, como muchos en Chile, qué importa que sea rosado Y amarillo, como algunos acá. Da igual.
En cambio, esos pequeños y sabrosos detalles, como una pareja de unos 60 años, vestidos de Safari en el metro. No disfrazados. Así se emperifollaron ellos para recorrer la Gran Manzana. Yo andaba acomplejada porque con tanto calor es imposible tener estilo. Y cada vez me pongo más sobria para no parecer de Queens, aunque soy de Queens. Pero estos dos eran de antología. Con gorritos, camuflado y todo lo que se les ocurra. Ideal para el metro ¿no?