Un espacio para escribir

Me gustaría hablar como Aldo Schiappacasse, el hombre me ha hecho una nueva interesada en el fútbol con su estilo. Me gustaría verme como alguna de las Parson, ya saben, desde la cabeza hasta los pies. Me gustaría escribir como Sergio Paz, con su fantástica relación cantidad-calidad. Pero la verdad es que no tengo el don de la palabra del primero, el look de las segundas ni la llegada del tercero. Por eso, a pesar de mi larga resistencia, me entrego al mundo de los blog, el mundo virtual de los sin voz. Y aunque sé que vengo llegando tarde (no saben cuánto me costó encontrar un lugar que no estuviera ya ocupado), espero que sea de algún provecho.

Wednesday, November 21, 2007

El Día que Vi la Mitad


Era el día que temía hace años. La mitología materna contaba la historia de esta tía que se fue de vacaciones con toda la familia (gran y catete patota por lo demás), dejando atrás a su pololo de entonces. Pero el hombre era buena onda -y valiente agrego yo- y decidió visitar a su enamorada y a todo su árbol genealógico en la costa.
El día antes que él llegara fue una jornada ajetreada para mi tía: depilaciones y cuantas otras cosas la mantuvieron ocupada y preocupada con el fin de estar perfecta para su príncipe azul. El día D despertó y se dio cuenta que “estaba tonta”: un zancudo la picó en el ojo y su imagen no valía ni un centavo. Nadie creería que era capaz de decir algo medianamente inteligente con ese ojo caído.
Bueno, esta historia me persigue hace un par de décadas ya. Fue mi obsesión cuando fui a Ecuador, donde entre tanto bicho estaba segura algo llegaría a uno de mis ojos y me dejaría "tonta". A cambio me dio una alergia al sol de consecuencias insospechadas (se me hinchó todo UN lado de la cara, tanto que me apretaban los lentes de sol), pero esa es ya otra historia.
El viernes algo me molestaba un poco en un ojo y el sábado se convirtió, como decía, en mi día más temido: con un ojo entre morado y rojo, totalmente hinchado y, por sobre todo, una gran cara de tonta.
En suma. Pineda se rió de mí todo el día y no salí de la casa más que a mi super de al ladito. Y todo con anteojos, porque olvídense de ponerme lentes de contacto.
A mi favor puedo decir que mi tía se casó con el pololo que la vio con el ojo caído. Quizás encontró que si aún así la quería era que su amor ya no tenía límites. O que uno se siente más tonta de lo que en verdad se ve. ¿Será esto aplicable a otras situaciones espacio-temporales?

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