Qué maravillosas criaturas son estos gringos. Siempre había encontrado que inspirarse en Halloween para hacer capítulos especiales de las series, películas de terror y cuanta tonterilla ha salido de este gran país autodenominado América era una exageración.
Hasta que veni, vidi, vici. No una sino TRES veces me dijeron en la calle que mi disfraz estaba muy cool. Lamentable es que yo no haya estado realmente disfrazada, pero para qué ver el vaso medio vacío. En mi lucha contra el frío (ardua guerra especialmente antes que me arreglaran la calefacción del depar) salí vestida de negro, con pantys, pantalones, polainas de lana y una -para mí- lindísima bufanda roja. Se hacen el cuadro ¿no? Y cuando me junté con chilena 2, mi recientemente adquirida amiga, para ir al desfile me convenció que teníamos que hacer alguna gracia así que me compré unos cachos rojos que brillaban (por 30 segundos, lo suficiente para que el vendedor desapareciera). Eso bastó. Fui un hit.
Me quito un poco de mérito porque la onda de Halloween es bien impresionante. Claro, están los niños, pero lo llamativo son los mismos neoyorkinos. Esos que sólo te hablan si les preguntas una dirección, que no miran para el lado en el metro aunque alguien se esté pudriendo y gritando al mismo tiempo, se transforman en unos osos cariñositos sexuales el 31 de octubre. Porque no había visto tanta euforia y libido desde que mostraron algún pedazo de Woodstock en la TV, pero además ahora había más dólares para producción.
Todos se hablaban en el metro, Chucky el muñeco diabólico se acercó a Betty Boop y una policía en hot pants para sacarse fotos con las esposas puestas mientras un zombie trataba de conquistar a las mismas chicas. Y bueno, nadie que se vista de zombie iba a lograr aquello. Porque esto es como esa escena de Mean Girls, una película en que la loca de Lindsay Lohan (ya saben, la amigui de Britney con sus idílicas costumbres antiorgánicas y adictivas) llega al país de las oportunidades después de ser criada por sus padres en África. Y en su primer Halloween en la ciudad se viste para espantar. Eso es no entender nada. Porque no puedo cuantificar cuánta panty calada, traje de conejita Playboy, gatita sexy, tacón, falda corta y pechuga asomada vi en las horas en que anduve en la calle. Qué importan los 8ºC cuando tienes la oportunidad de andar en calzones por NY.
Y aunque mi objetivo era llegar a ver el desfile de Greenwich Village, supuestamente el más grandioso del rubro en el mundo (aunque siempre cuestiono lo que para los oriundos de EE.UU. es el mundo), tendría que haber llegado con dos horas de anticipación para ver la punta de la nariz de algún participante.
Lo pensé y no lo hice. A cambio viví la fiesta de la calle, con travestis, monstruos, sadomasoquistas que se pasearon por horas hasta que se fueron a las fiestas de verdad, donde la libido debe haber aumentado. O eso al menos me imagino como mujer casada y llena de fantasías que soy.
Igual terminamos nuestra noche en una terraza de rascacielos, donde sabios conocedores de la idiosincrasia local pusieron unas batas para ofrecer abrigo a las conejitas, gatitos y todas las chicas sexy que más temprano que tarde se iban a cagar de frío. Hasta que me fui pocas se las ponían, pero quizás cuando la adrenalina bajara recurrirían a ellas.
Y aunque la semana estuvo marcada además por la maratón, una visita personal a Yale y algunas otras tonterillas, me quedo con Halloween para este reporte. Porque aunque le fui a dar ánimo a los deportistas de la maratón con gritos y chiflidos no puedo entender que alguien de mutuo propio decida correr por 40 kilómetros. Y porque la gente en Yale será muy inteligente y elegante, pero no había ni un solo bar alrededor de la universidad y eso me generó un shock del que no me he recuperado. Y lo último que me pasó fue descubrir que la revista Paula tiene un sitio en internet, lo que terminó siendo sólo una gran decepción para quienes queremos ver la moda de un país y una temporada que no nos corresponden. Por eso, sin dudar, me quedo con Halloween.
Hasta que veni, vidi, vici. No una sino TRES veces me dijeron en la calle que mi disfraz estaba muy cool. Lamentable es que yo no haya estado realmente disfrazada, pero para qué ver el vaso medio vacío. En mi lucha contra el frío (ardua guerra especialmente antes que me arreglaran la calefacción del depar) salí vestida de negro, con pantys, pantalones, polainas de lana y una -para mí- lindísima bufanda roja. Se hacen el cuadro ¿no? Y cuando me junté con chilena 2, mi recientemente adquirida amiga, para ir al desfile me convenció que teníamos que hacer alguna gracia así que me compré unos cachos rojos que brillaban (por 30 segundos, lo suficiente para que el vendedor desapareciera). Eso bastó. Fui un hit.
Me quito un poco de mérito porque la onda de Halloween es bien impresionante. Claro, están los niños, pero lo llamativo son los mismos neoyorkinos. Esos que sólo te hablan si les preguntas una dirección, que no miran para el lado en el metro aunque alguien se esté pudriendo y gritando al mismo tiempo, se transforman en unos osos cariñositos sexuales el 31 de octubre. Porque no había visto tanta euforia y libido desde que mostraron algún pedazo de Woodstock en la TV, pero además ahora había más dólares para producción.
Todos se hablaban en el metro, Chucky el muñeco diabólico se acercó a Betty Boop y una policía en hot pants para sacarse fotos con las esposas puestas mientras un zombie trataba de conquistar a las mismas chicas. Y bueno, nadie que se vista de zombie iba a lograr aquello. Porque esto es como esa escena de Mean Girls, una película en que la loca de Lindsay Lohan (ya saben, la amigui de Britney con sus idílicas costumbres antiorgánicas y adictivas) llega al país de las oportunidades después de ser criada por sus padres en África. Y en su primer Halloween en la ciudad se viste para espantar. Eso es no entender nada. Porque no puedo cuantificar cuánta panty calada, traje de conejita Playboy, gatita sexy, tacón, falda corta y pechuga asomada vi en las horas en que anduve en la calle. Qué importan los 8ºC cuando tienes la oportunidad de andar en calzones por NY.
Y aunque mi objetivo era llegar a ver el desfile de Greenwich Village, supuestamente el más grandioso del rubro en el mundo (aunque siempre cuestiono lo que para los oriundos de EE.UU. es el mundo), tendría que haber llegado con dos horas de anticipación para ver la punta de la nariz de algún participante.
Lo pensé y no lo hice. A cambio viví la fiesta de la calle, con travestis, monstruos, sadomasoquistas que se pasearon por horas hasta que se fueron a las fiestas de verdad, donde la libido debe haber aumentado. O eso al menos me imagino como mujer casada y llena de fantasías que soy.
Igual terminamos nuestra noche en una terraza de rascacielos, donde sabios conocedores de la idiosincrasia local pusieron unas batas para ofrecer abrigo a las conejitas, gatitos y todas las chicas sexy que más temprano que tarde se iban a cagar de frío. Hasta que me fui pocas se las ponían, pero quizás cuando la adrenalina bajara recurrirían a ellas.
Y aunque la semana estuvo marcada además por la maratón, una visita personal a Yale y algunas otras tonterillas, me quedo con Halloween para este reporte. Porque aunque le fui a dar ánimo a los deportistas de la maratón con gritos y chiflidos no puedo entender que alguien de mutuo propio decida correr por 40 kilómetros. Y porque la gente en Yale será muy inteligente y elegante, pero no había ni un solo bar alrededor de la universidad y eso me generó un shock del que no me he recuperado. Y lo último que me pasó fue descubrir que la revista Paula tiene un sitio en internet, lo que terminó siendo sólo una gran decepción para quienes queremos ver la moda de un país y una temporada que no nos corresponden. Por eso, sin dudar, me quedo con Halloween.
6 comments:
Magdalena:
Ya había leído esta columna con alegría, pero te escribo solo para que saborees el placer que es ver como otros que no son siempre los mismos, epiezan a dejar mensajes un tu blog. Nunca lo menosprecies, yo lo tengo bien botado por esto del Facebook y, bueno, los hijos, pero ya, son cosas que no tienen por qué pasarte o al menos no por ahora.
Con varias copas de vino en el cuerpo me despido.
Saludos al bueno de Alvaro.
veri (getting better all the time)
Já! por fiiiiiiiiin...
tanto reclamo tuvo su efecto. Ahora ya están las historias para repasarlas cuando uno quiera.
Te felicito!!!
GA-YA
Me sumo al comentario de dj, que no tengo idea quién es, pero que ya me cae bien porque compartimos la disha (si, con sh) de leerte con tranquilidad, varias veces y con distintos títulos.
Besos!
Pucha que me divertí tu con relato, tan far away so close de mi experiencia como dice wim wenders, asi es la vida de chilena 3, que tuvo su halloween a las 12.00 del mediodia acompañando a su hija disfrazada de spacegirl, y bolseando dulces en cuanto boliche hay en Bedford Av. Por supuesto fui la única apoderada que no se "vistió divertida", como decía la convocatoria, lo que despertó una explosión de creatividad en las tías del jardín y por supuesto terminé siendo el mamarracho más lamentable de toda la mini parade..viva halloween!!
Magdalena: un gusto leer tus posteos y sentir que estás un poco más cerca que los miles de kilómetros que nos separan. Ojalá llegues a manejar tu hogar (aunque no te acostumbres) y sigas disfrutando la gran manzana. Abrazos para ti y Alvaro
Jime
No crees que es hora de actualizar? El tener un blog por ningún motivo te librará de tus despachos semanales, sino al contrario, te someterá a la presión pública de tus fans.
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