Después de cuatro días en cama, de esos en que ya no puedes distinguir realidad de ficción (en mi caso por exceso de lectura y falta de conversación) decidí que estar enferma es un lujo que uno NO se puede dar en NY. La frustración de no tener tele, de andar como león enjaulado es demasiado para un ser humano. Y quizás también para un león, pero no me voy a meter con los ama-animales.
Considerando esto y el anuncio de la primera nevazón de la temporada, dediqué las 48 horas previas a ver cómo se preparaba uno para el frío. Inútil pensamiento, ya sé. Pero la gente anda en la calle, ¿cómo lo hace? De hecho, la Quinta Avenida está TO-TAL-MEN-TE intransitable. Como le dije a Chilena 2 no vamos a poder ir ahí hasta enero. Los turistas se la tienen tomada. Empezaron en la esquina de Saint Patrick (una iglesia un poco sobrevalorada si me preguntan, pero al final la que todos pueden ver mientras van de tiendas), siguieron en Rockefeller Center con su árbol navideño gigante y ya tienen casi todo ocupado, igualito que el famoso cuento de Cortázar. En cualquier momento salgo corriendo y tiro la llave por las rendijas del metro.
Y sí, ríanse no más diciendo que ya me creo new yorker, pero juro que nunca me quedé en la calle 34 con Broadway mirando con cara de pava los rascacielos. Habiendo tanto lugar lindo y menos congestionado donde admirarlos como que eso no me iba no más. Cualquiera debiera saber que a lo único que se va a esa esquina es de tiendas. El resto es patrañas.
Estoy captando que de eso se trata este asunto. De apropiarse de las cosas y lugares. “De lo que se es dueño no se tiene temor”, leí hace poco. A lo cual, hago esta ciudad MI ciudad. Total que es de todos y no es de nadie, que todos acá son tanto o más extranjeros que yo. Así que con o sin inglés, con o sin green card, me declaro una new new yorker.
Nunca me ubiqué bien en Santiago y de lo más bien que era santiaguina, así que si a veces me desoriento un poco eso no me hace menos dueña del lugar. Y hay gente que ha vivido décadas en la ciudad y habla menos inglés que yo. Así que, patuda voy y digo: dos check en mi lista.
Ahora, el asuntillo de verse como new yorker cool me seguía quedando pendiente. Cómo cuernos hacen las mujeres para andar llenas de onda con temperaturas cercanas a 0 y una sensación térmica siempre negativa. Miré y miré. Las locas andan con sus zapatitos reina con cara de naturales, sin problemas. Y las que caminan harto, como yo, andan horribles. Con sus parkas tipo saco de dormir, sus botas de chiporro (que ya casi voy encontrando lindas) y el tonto gorro peludo.
Era obvio. La respuesta a esa pregunta siempre es la misma. ¿Se puede ser cool y friolenta al mismo tiempo? NO. Y lo peor es que ya lo sabía. Cuántas discusiones de adolescencia me costó el tema con mi propia madre y cuántos resfríos me compré por hacerme la linda. Decenas. Las otras mujeres serán cuerpo glorioso o algo así pero claramente yo soy la lola con beatle desde abril hasta noviembre. Y bueno, ahora desde octubre hasta vaya uno a saber cuándo, porque me siguen diciendo que el invierno es largo.
Pero claro, uno se cambia de ciudad, se cambia de país, y cree que puede ser otra. Que no tiene que andar vestida como Bielsa -como me dicen por ahí- para evitar el frío. Por algo existe el mito del eterno retorno, Prometeo encadenado, el Mito de Sísifo, el Día de la Marmota y cuánta vuelta de tuerca se le puede dar a la idea de vivir lo mismo una y otro vez. Porque eso es lo que hacemos siempre. Creer que podemos ser cool porque vivimos en NY, que podemos ser cultos porque nos vamos de museos, que podemos ser lectores cuando hemos pasado años sin terminar ni un solo ejemplar. Es la esperanza la que nos mantiene. Y así mismo lo decía Camus: Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.
Y sí, entiendo que Camus se debe retorcer en su tumba porque he llevado su filosofía del absurdo al absurdo de lo taquilla, pero que se acostumbre no más. Lo que queda escrito, queda a disposición de los peligrosos como yo. Mono con gilette, M en el teclado.
Considerando esto y el anuncio de la primera nevazón de la temporada, dediqué las 48 horas previas a ver cómo se preparaba uno para el frío. Inútil pensamiento, ya sé. Pero la gente anda en la calle, ¿cómo lo hace? De hecho, la Quinta Avenida está TO-TAL-MEN-TE intransitable. Como le dije a Chilena 2 no vamos a poder ir ahí hasta enero. Los turistas se la tienen tomada. Empezaron en la esquina de Saint Patrick (una iglesia un poco sobrevalorada si me preguntan, pero al final la que todos pueden ver mientras van de tiendas), siguieron en Rockefeller Center con su árbol navideño gigante y ya tienen casi todo ocupado, igualito que el famoso cuento de Cortázar. En cualquier momento salgo corriendo y tiro la llave por las rendijas del metro.
Y sí, ríanse no más diciendo que ya me creo new yorker, pero juro que nunca me quedé en la calle 34 con Broadway mirando con cara de pava los rascacielos. Habiendo tanto lugar lindo y menos congestionado donde admirarlos como que eso no me iba no más. Cualquiera debiera saber que a lo único que se va a esa esquina es de tiendas. El resto es patrañas.
Estoy captando que de eso se trata este asunto. De apropiarse de las cosas y lugares. “De lo que se es dueño no se tiene temor”, leí hace poco. A lo cual, hago esta ciudad MI ciudad. Total que es de todos y no es de nadie, que todos acá son tanto o más extranjeros que yo. Así que con o sin inglés, con o sin green card, me declaro una new new yorker.
Nunca me ubiqué bien en Santiago y de lo más bien que era santiaguina, así que si a veces me desoriento un poco eso no me hace menos dueña del lugar. Y hay gente que ha vivido décadas en la ciudad y habla menos inglés que yo. Así que, patuda voy y digo: dos check en mi lista.
Ahora, el asuntillo de verse como new yorker cool me seguía quedando pendiente. Cómo cuernos hacen las mujeres para andar llenas de onda con temperaturas cercanas a 0 y una sensación térmica siempre negativa. Miré y miré. Las locas andan con sus zapatitos reina con cara de naturales, sin problemas. Y las que caminan harto, como yo, andan horribles. Con sus parkas tipo saco de dormir, sus botas de chiporro (que ya casi voy encontrando lindas) y el tonto gorro peludo.
Era obvio. La respuesta a esa pregunta siempre es la misma. ¿Se puede ser cool y friolenta al mismo tiempo? NO. Y lo peor es que ya lo sabía. Cuántas discusiones de adolescencia me costó el tema con mi propia madre y cuántos resfríos me compré por hacerme la linda. Decenas. Las otras mujeres serán cuerpo glorioso o algo así pero claramente yo soy la lola con beatle desde abril hasta noviembre. Y bueno, ahora desde octubre hasta vaya uno a saber cuándo, porque me siguen diciendo que el invierno es largo.
Pero claro, uno se cambia de ciudad, se cambia de país, y cree que puede ser otra. Que no tiene que andar vestida como Bielsa -como me dicen por ahí- para evitar el frío. Por algo existe el mito del eterno retorno, Prometeo encadenado, el Mito de Sísifo, el Día de la Marmota y cuánta vuelta de tuerca se le puede dar a la idea de vivir lo mismo una y otro vez. Porque eso es lo que hacemos siempre. Creer que podemos ser cool porque vivimos en NY, que podemos ser cultos porque nos vamos de museos, que podemos ser lectores cuando hemos pasado años sin terminar ni un solo ejemplar. Es la esperanza la que nos mantiene. Y así mismo lo decía Camus: Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.
Y sí, entiendo que Camus se debe retorcer en su tumba porque he llevado su filosofía del absurdo al absurdo de lo taquilla, pero que se acostumbre no más. Lo que queda escrito, queda a disposición de los peligrosos como yo. Mono con gilette, M en el teclado.
2 comments:
Chuata. El resfrío y el frío hicieron que tu mente se pusiera a generar calor y descongelara mucha sabiduría. Y de paso, a navajear a los clásicos. Me parece una actitud muy neoyorkina, lo que habla de que es TU ciudad. Eso sí, ésta también...
Ay Manecita, tendría que verte para creer que eres capaz de ponerte la parka inflada y la bota con chiporro. Yo te lo recomendaría, pero definitivamente te va más el resfrío. Como consuelo, puedes imaginarme con más de 30 grados, panties 140 (significa muy gruesas y apretadas), bloqueador factor 100 (sí, existe), camisa gringa con filtro UV (recuerdame cuando vaya a verte comprar una un poco más cool) y una sombrilla china con la que choco con todos los transeuntes del paseo Huérfanos. Como verás, extraño mi parka tipo MIchelin.
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